jueves, 1 de agosto de 2013

El último adiós

El último adiós


Fue bonito ver como todos se reunían por última vez para darte un último adiós. Y cuando digo todos, es todos. Tu familia, tus amigos, tus rivales... por un puto día, dejaron sus diferencias aparte y se reunieron para despedirte como te mereces. Y es que no todos los días perdemos al capo más carismático que nos haya podido dar la tierra. Fíjate, desde aquí puedo verles a todos. 


Tu psiquiatra, esa mujer a la que tanto nos ocultabas por miedo a las consecuencias, es la primera en llegar. Se la ve destrozada. Supongo que sabe que de ahora en adelante tendrá que enfrentarse a una horda de pacientes aburridos, con historias vacías y relaciones absurdas, haciendo que pase las ocho horas del día en las que trabaja, deseando acabar para poder irse a casa, con la esperanza de que algún día, de repente, vuelvas a aparecer en su sala de espera, observando el cuadro "con trampa" que tiene allí colgado.

Mira, allí está la rata, no podía faltar. Se le ve apartado, hacia un lado. Normal, sabe que si Paulie o Silvio le ven, le destrozarán las piernas. Pero la verdad es que es todo un detallazo que haya venido a verte, porque al fin y al cabo, no dejó de ser un buen amigo lleno de remordimientos al que le hizo mucho daño el venderte al FBI. Y es que que bien le escogiste el mote, cabronazo, le viene que ni al pelo: Big Pussy (podríamos traducirlo como gran coño, pero también como gran nenaza).

¡Hostia, tu primo! Joder, que de vueltas da la vida. El jodido Buscemi, que puta leyenda, siempre lo ha sido. Desde cuando planeaba un asesinato en las tierras nevadas de Minnesota, o cuando jugaba a los bolos con Walter y el Nota, o incluso cuando vestía de traje y se hacía llamar por un color (encima era el rosa, que mal gusto, joder). Pero sobretodo por ser el primo que quiso cambiar de vida, y sin embargo, se vio embarcado en una serie de eventos que le llevaron a recibir un tiro proveniente de tu escopeta. 

Ahí está tu hija. Joder, como ha crecido la chiquilla... está hasta buena, no te lo voy a negar. Pero tranquilo, no pienso ponerle la mano encima, sé que era la niña de tus ojos, tú ángel de la guarda, la única persona que parecía entenderte cuando llegabas a casa, y probablemente la persona a la que más amaras en toda tu vida. Solo ella podía presentarse aquí de manera tan elegante.

Por allí asoma Carmela, tu Carmela. Que mal lo pasaste cuando tuvo que echarte de casa... ¡pero a quien se le ocurre acostarse con una prostituta rusa y tarada! Fueron días difíciles, pero gracias a ello, la reconciliación en aquella piscina a altas horas de la madrugada, fue mucho más bonita. El polvo que volvió a poner las cosas en su sitio. Y es que me juego las pelotas a que no hay nadie que te correspondiera más que ella (y viceversa), por mucho que pudiérais enfadaros día sí y día también. 

Por fin le encontré... ahí esta, destrozado, abatido, alicaído. Sí, estoy hablando de tu sobrino Christopher, que difícilmente puede contener las lágrimas. Una clara demostración de lo mucho que te respetaba (probablemente más que nadie). Para él se va un referente, un padre, pero a la vez queda depositado en él todo tu legado. Lo lucirá con orgullo hasta el día de su muerte, y entonces, cuando se reúna contigo, habrá aprendido que en la vida hay que ir con pies de plomo, tal y como siempre le hiciste aprender (o lo intentaste).

Esto está lleno de gente: Juliana Marguilles, esa mujer que tantos quebraderos de cabeza te trajo en tu última etapa. O Ciffaretto, siempre con su estilo personal (este no ha conocido ni conocerá lo que significa ir a un funeral, pero tampoco intentaremos hacerle entrar en razón ahora, ¿no?). Incluso tu hermana Janice ha venido, como para no verla, se está poniendo igual de fondona que tú (¿será un gen familiar?). O el bonachón de Hesh, que siempre quiso poner sentido común en la familia. 

Por fin aparece el último de todos: Corrado. Tío Junior, como te gustaba llamarle. Al fin el muy hijo de perra te ha ganado esta batalla, eh... y eso que le dejaste medio senil en una residencia de New Jersey, sabiendo que ya nunca más volvería a ser aquel que jugaba contigo a béisbol cuando eras un criajo. Todos ellos han venido. 

Este es el último adiós, prometo no dar más el coñazo con tu muerte, pero creía justo señalar como la familia está siempre ahí, hasta el último minuto. Puedes irte en paz. Además, no sé que cojones haces perdiendo el tiempo aquí en vez de estar gestionando el Bada Bing del cielo, que hace unas horas Dios te ha pedido un par de putillas y aún está esperando, con la polla más dura que un tonel, a que le des una jodida sala de una vez por todas.

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